septiembre 17, 2013

LAS SOLUCIONES ESTAN

 Por María Marta Silva Ortiz 

El sábado tuve la oportunidad de volver a mi colegio. Al colegio Santa María, de Posadas. La ocasión fue meramente anecdótica, una misa de acción de gracias, un té de egresadas que aparentemente se realiza cada año y una invitación de una amiga muy querida para ir juntas.

Yo había vuelto al colegio varias veces después de recibirme. De hecho mi hijo mayor cursó allí su Jardín de Infantes y Pre-escolar; así que ni siquiera era novedosa la vuelta. Cada vez que pasaba caminando por la puerta y Dios me regalaba 5 minutos libres, aprovechaba para subir hasta la Capilla. Una pausa en el que fue mi segundo hogar por varios años y un verdadero placer.

Pero ésta vez fue muy distinto. Quizás porque ya no fueron 5 minutos sino algunas horas, lo que me permitió ver bastante más que sólo la capilla. Tuve la oportunidad de recorrer patios, pasillos, aulas, baños… y las sensaciones fueron únicas! Volví a subir las escaleras que tantas veces subí, dormida, apoyada contra la pared, volví a pisar sobre mis pasos… Es MUY bueno ver que hay cosas que nunca cambian… 

 Cuando volves “al hogar” o como en éste caso, al segundo hogar, ver que todo está exactamente como lo dejaste te trasmite no solo seguridad, sino una sensación de pertenencia increíble. Las aulas estaban exactamente iguales. Casi como si el tiempo hubiera sido congelado. La sala de música, siempre en el mismo lugar… Los cancioneros de la capilla… Las mismas hojas que mis dedos pasaron hace tantos años, exactamente igual… Perfectos. Sin una mancha. Forrados como siempre. Prolijos. 

Me detuve frente a la imagen de la Vírgen detrás de la cual dejé tantas notas, tantas cartas, tantas hojas que necesité llenar de palabras de dolor en aquellos días, como forma de encomendar mi tristeza en sus manos… Siempre me pregunté si alguien las leería. Seguramente que sí. Las monjas no dejan nada librado al azar y están en cada detalle. Quizás algún abrazo que recibí de alguna maestra respondía a algo que pudieron haber leído. Quizás… Hasta los espejos gigantes en los extremos de los pasillos, que permitían a las celadoras constatar que no hubiera nadie vagando sin motivo por los pasillos… Si salías del aula para ir al baño, medio minuto después entraba la celadora a ver qué te pasaba, si necesitabas algo.
Siempre monitoreando, siempre atenta. Las monjas nunca dejan nada librado al azar. Y están en todos y cada uno de los pequeños detalles. Por eso las cosas funcionan así.

No se si tuvieron la posibilidad de recorrer un colegio últimamente. Cualquier colegio. Poco importa que sea privado o público. Todos muestran las cicatrices de la pérdida de respeto y disciplina propia de nuestro tiempo. Pues bien, éste, por el contrario, parece detenido en el tiempo. Detenido hace 109 años, cuando se fundó. No en vano se dice que el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo. Evidentemente más de 100 años de experiencia han marcado una diferencia… ¡¡¡Y eso que soy una persona muy poco observadora!!! Sin embargo, fue imposible no advertir, cuando entré al aula de 5to año, que los bancos estaban perfectamente alineados, perfectamente pintados, perfectamente limpios. Ni una rayita en ninguno de ellos. Brillaban, ¡¡¡y cómo!!! Las paredes limpias, apenas una cartulina en una de ellas que seguramente respondía al tema que estaban tratando. Solo una, y que seguramente será removida en los próximos días. Nada que distraiga innecesariamente la atención. Y un crucifijo, el mismo hacia el que me dirigí tantas veces pidiendo ayuda en algún examen… 

Los patios merecen una mención especial. Patios por cuyos pisos bien podría pasarse la lengua!!! IM-PE-CA-BLES!!! Ni una baldosa rota o manchada. Parecían espejos!!! Los baños, igual que siempre. Ni una canilla goteaba, ni un azulejo faltante, ni una puerta quedaba sin cerrar, ni una escritura en ninguna de ellas, ni una mancha!!! Realmente parecía todo de otro siglo!!! Y apenas entras un cartel que indica que se encuentra terminantemente prohibido el uso de teléfonos celulares dentro del establecimiento, tanto para alumnos como para profesores y maestros!! 

¿Flexibilizar la norma? ¿En ese colegio? Ja! Ni en chiste!!! Al finalizar el té nos encontramos con la sorpresa de que habían preparado un regalo para cada una de las asistentes. Todos distintos, todos preciosos; todos delicadamente envueltos y con moño. ¿Ven que hay cosas que nunca cambian? La regla siempre fue: “o hay para todas o no hay para nadie” Y la respetan a rajatabla hasta en las cosas más insignificantes. Eso nos enseñó a trabajar día y noche para ayudar a pagar el viaje a Bariloche de aquellas compañeras que no podían hacerlo. Teníamos que tener la posibilidad de viajar TODAS! Y así se hizo! Un ambiente de contención y de cariño, trasmitido generación tras generación y la misma campana, que suena todas las mañanas… Allí lo que se rompe se arregla. Y que quede perfecto, o se vuelve a arreglar… Nada está mas o menos bien, mas o menos lindo, mas o menos funciona… Todo es perfecto!!! Si no está perfecto, está mal. Y se empieza todo otra vez. 

Un respeto reverencial hacia el orden y las normas, las que se cumplen SIEMPRE, más allá de cualquier cuestionamiento. Un ejercicio de respeto permanente hacia la propiedad de los demás y la propia y hacia las personas, que no recuerdo haber visto en otro lado jamás. Recuerdo una vez en reunión de padres de jardín de infantes, que una madre planteó que, a pesar de la prohibición de llevar juguetes, los directivos debían contemplar la posibilidad de flexibilizar la norma pensando en que los chicos querían compartir o mostrar sus juguetes a sus compañeros. Una monja entonces, no recuerdo su nombre, con los años de experiencia que llevaba sobre sus hombros, le contestó que ella entendía el planteo, pero más allá de estar de acuerdo o no, le recordaba que las normas estaban para ser cumplidas, no para ser cambiadas ante una necesidad personal. Había una razón para la existencia de la norma, que ya había sido probada y recontra probada a lo largo de los años; había que respetarla, no estar de acuerdo… Tan simple y a la vez tan complejo, así, de un plumazo, eliminaron la envidia y las discusiones estériles por los juguetes. Ahí todos juegan con lo que hay, que además es de todos, para todos y punto. 

Por eso poco importa hijo de quien seas o cuánta plata tengas o dejes de tener. Tus bienes quedan en la puerta. Ahí lo importante es qué clase de persona sos. Raro, no? Tan lógico y sencillo y a la vez tan raro en éstos días… 

En fin, nada, quería compartir éstas sensaciones. Quizás a alguien le sirvan para algo. Firmeza y cariño, en igual medida, al poner los límites. Si tengo que sacar una conclusión de la experiencia sin dudas sería esa. Con esa gente no se jode. Son firmes en serio. Son jodidas. te espían para saber en qué andas, casi como agentes de la KGB. Más de una vez se vió a las monjas escondidas atrás de los árboles en el centro de Posadas, monitoreando la conducta de sus alumnas. Especialmente si llevaban puesto el uniforme, porque eras la cara visible del colegio y la obligación de respetar su nombre con tus actos se extendía a cualquier parte en la que estuvieras, dentro o fuera del colegio. Con el mismo nivel de exageración con el que son jodidas, son cariñosas y atentas. Es IMPOSIBLE que vos tengas un problema o te sientas triste o deprimida y los profesores no estén enterados. En silencio, sigilosamente, casi, casi sin que lo notes, salgan en tu ayuda. Todavía hoy, tantos, tantísimos años después, las maestras nos recuerdan con nombre, apellido y “prontuario”. Eso sólo es prueba inequívoca de la espacialísima relación que saben generar con sus alumnos. No te tratan como un número más, como una pequeña computadora dentro de la cual hay que meter la mayor cantidad de conocimientos posibles. Te tratan y te respetan como un ser humano y exigen lo mismo de vos. Despues no me vengan con que hoy en día, los chicos modernos y bla bla bla… Límites claros. Clarísimos. Firmeza en su aplicación. Y mucho cariño. 
 Receta infalible que perdura entre esas paredes desde hace más de 100 años y que funciona cual reloj suizo.
 Perfecto. 

 Gracias hija querida por este regalo, incluso asumiendo la responsabilidad que me toca en tus angustias y temores de aquella época. Una vez más compruebo que recibo de la vida mucho más de lo que di, un verdadero desafío para entender que me falta mucho por hacer y poner manos a la obra en vez de sentarme a esperar. L. S. O.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No tengo palabras. Ni una. Solo reiterar una vez más lo ya dicho hasta el cansancio: te amo!
Gracias, entre tantas, tantísimas otras cosas, tambien por la elección del colegio.
MM

Federico dijo...

Yo tampoco tengo palabras. No puede ser más perfecto este artículo.

Fede