octubre 30, 2012

NO ME VENCIERON, ME EQUIVOQUE

 Critique a los que participan, convencidos que es posible entrar al cajón de las manzanas podridas para echar a los gusanos y entre como un caballo a dar la batalla en un terreno que dominan.

 Hoy vuelve la cantinela de unir a todos, sin decirlo porque el nombre quema, resucitan el delirante Pacto de la Moncloa. Los mariscales de la derrota saben que el cacerolazo fue también contra ellos como cómplices y coautores y creen poder zafar del próximo.
 Tienen todos los hilos y una gigantesca manada que con tal de no complicarse la vida solo entiende lo que quiere y solo ve lo que le conviene.
 Hoy sumo kirchneristas clientes, mercenarios y asociados, radicales, properonistas, cívicos, los del frente amplio progresista, seguidores de Scioli, Duhalde, Juez, de la Sota, Binner, Rodríguez Saa, sindicalistas A, B, gordos y flacos, trotzkistas y otras yerbas y me arrimo al 100 %, solo con sumarle analistas y periodistas aún de los “medios libres” estilo Morales Solá o Grondona que hacen hablar a las peores sabandijas que invitan para darles trascendencia a sus alquimias político electorales con falsos mantos de democracia republicana me paso al otro lado.

 Ergo no soy minoría, simplemente no existo en este sistema numérico, aún cuando legítimamente dude dónde estarán los sumados el día que lluevan tenedores de punta, pero ese ya no es mi problema ni podría evitarlo.

 Tampoco soy minoría en busca de protección, solo con lo que vine a este mundo me voy a ir. Por ello así voy a seguir, sin cambiar un ápice.
 ¿Soberbio? Es posible ¿y qué? no me avergüenza serlo con hombres despreciables mientras sea capaz de hacer un mea culpa, pedir perdón, hincarme en tierra y adorar a Dios.

 Pues si señor parece que es todo lo que tenía atragantado pero no, en las bandeja del escritorio hay un artículo que hace semanas cada vez que lo miro se agita y me guiña el ojo. Le daré el gusto y que salga a volar antes que le oxiden las alas estas humedades.
 El cáncer de la gilipollez
 Por Arturo Perez Reverte XLSemanal - 24/9/2012

 No somos más gilipollas porque no podemos. Sin duda. La prueba es que en cuanto se presenta una ocasión, y podemos, somos más gilipollas todavía. Ustedes, yo. Todos nosotros. Unos por activa y otros por pasiva. Unos por ejercer de gilipollas compactos y rotundos en todo nuestro esplendor, y otros por quedarnos callados para evitar problemas, consentir con mueca sumisa y tragar como borregos -cómplices necesarios- con cuanta gilipollez nos endiñan, con o sin vaselina. Capaces, incluso, de adoptar la cosa como propia a fin de mimetizarnos con el paisaje y sobrevivir, o esperar lograrlo. Olvidando -quienes lo hayan sabido alguna vez- aquello que dijo Sócrates, o Séneca, o uno de ésos que salían en las películas de romanos con túnica y sandalias: que la rebeldía es el único refugio digno de la inteligencia frente a la imbecilidad. Hace poco, en el correo del lector de un suplemento semanal que no era éste -aunque aquí podamos ser tan gilipollas como en cualquier otro sitio-, a un columnista de allí, Javier Cercas, lo ponían de vuelta y media porque, en el contexto de la frase «el nacionalismo ha sido el cáncer de Europa», usaba de modo peyorativo, según el comunicante, la palabra cáncer.
 Y eso era enviar «un desolador mensaje» e insultar a los enfermos que «cada día luchan con la esperanza de ganar la batalla». Y, bueno.
 Uno puede comprender que, bajo efectos del dolor propio o cercano, alguien escriba una carta al director con eso dentro.
 Asumamos, al menos, el asunto en su fase de opinión individual. El lector no cree que deba usarse la palabra, y lo dice. El problema es que no se limita a expresar su opinión, sino que además pide al pobre Cercas «que no vuelva a usar la palabra cáncer en esos términos». O sea, lo coacciona. Limita su panoplia expresiva. Su lenguaje. Lo pone ante la alternativa pública de plegarse a la exigencia, o -eso viene implícito- sufrir las consecuencias de ser considerado insensible, despectivo incluso, con quienes sufren ese mal.
 Lo chantajea en nombre de una nueva vuelta de tuerca de lo política y socialmente correcto.
 Pero la cosa no acaba ahí. Porque en el mentado suplemento dominical, un redactor o jefe de sección, en vez de leer esa carta con mucho respeto y luego tirarla a la papelera, decide publicarla. Darle difusión.

 Y así, lo que era una simple gilipollez privada, fruto del natural dolor de un particular más o menos afectado por la cosa, pasa a convertirse en argumento público gracias a un segundo tonto del culo participante en la cadena infernal. Se convierte, de ese modo, en materia argumental para -ahí pasamos ya al tercer escalón- los innumerables cantamañanas a los que se les hace el ojete agua de regaliz con estas cosas. Tomándoselas en serio, o haciendo como que se las toman. Y una vez puesta a rodar la demagógica bola, calculen ustedes qué columnistas, periodistas, escritores o lo que sea, van a atreverse en el futuro a utilizar la palabra cáncer como argumento expresivo sin cogérsela cuidosamente con papel de fumar. Sin miedo razonable a que los llamen insensibles. Y por supuesto, fascistas.

 Leer todo http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/704/el-cancer-de-la-gilipollez/


 Gilipolla, dícese en España del ingenuo, inocente o cándido. Adj. Coloquial: tonto, lelo. Procede del Caló gili

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