enero 28, 2010

LA HORA DE LOS SENSATOS



Entrevista publicada por La Vanguardia

Leopoldo Abadía: "Hay que decir a los políticos que no se puede ir por el mundo haciendo el idiota"

El autor de 'La crisis ninja' presenta hoy en Barcelona (El Corte Inglés de Portal de l'Àngel, 19:00 h.) su receta para salir de la crisis: 'La hora de los sensatos'

Javier Dale Barcelona 13/01/2010 Actualizada a las 01:32h Economía

Con el arranque del año, el ministerio de Justicia creó la Comisión de modernización del lenguaje jurídico, cuyo obejtivo es que los textos legales sean comprensibles para la ciudadanía. No es muy distinto a lo que, en el ámbito de la economía, hizo hace un año Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933): explicar la crisis económica en lenguaje inteligible. De aquello resultó La crisis ninja, que suma 17 ediciones ediciones entre España, Portugal y Argentina y cerca de 150.000 volúmenes vendidos. Abadía vuelve a la carga ahora con La hora de los sensatos, que presenta hoy en Barcelona (El Corte Inglés de Portal de l'Àngel, 19:00 h.), y en el que expone su receta para salir de la crisis.

-El otro día abrí una cuenta en un banco. No le voy a contar de mis ingresos, pero me ofrecieron una tarjeta de crédito en condiciones muy ventajosas ¿No hemos aprendido demasiado, no?
-Nada en absoluto. Aunque si dijiste que no es que algo has aprendido.

-Su primer libro trataba de la economía. En este segundo, La hora de los sensatos, parece haber pasado a la sociología.
-Pero también La crisis ninja tenía algo de sociología. En Buenos Aires una periodista me dijo que el libro no era de economía, sino de filosofía. Así que si decía antes que no sabía de economía, ahora tendré que decir que sé de filosofía... Me parece que lo que reflejan ambos libros es que se está produciendo algo gordo en la sociedad: nos hemos acostumbrado a vivir de una manera, y en el momento en que nos cambian la manera de vivir, o lo pasamos mal viviendo de aquella manera, la sociedad se revuelve. En este año he dado 300 conferencias. A una media de 200 personas por conferencia, resultan 60.000 personas. Y pongamos que en cada coloquio me han hecho cinco preguntas. Y resultan 1.500. A raíz de eso tengo un muestreo bastante amplio de cómo está la sociedad, de cuáles son las preocupaciones de la gente. Y son preocupaciones de gente sensata: el paro, las pensiones, cuándo saldremos de esta, si esos –ahí cabe todo el mundo- saben dónde van… ¿Puede ser eso sociología? Quizá sí. Pero sin querer.

-Dice en su libro: "El mundo está compuesto por personas", "Los derechos conllevan obligaciones" ¿Tan perdidos hemos estado que se nos ha olvidado hasta lo esencial?
-Que el mundo está compuesto por personas es una obviedad, pero... Si la sociedad está mal es porque las personas -usted y el otro y el otro- estamos mal. Pero si las personas están bien, la sociedad está muy bien. La idea que propongo en este libro es la de la revolución civil, que consiste en que nos enteremos de una cosa: que somos responsables de lo que pasa. En La Crisis Ninja sostenía que tenemos que ser empresarios de nuestra vida, lo que quiere decir que si me pasa algo muy malo puede que sea culpa de otro, pero que la responsabilidad de la reacción es mía. Y si yo no reacciono no saldré de allí. Si pensáramos de vez en cuando en cuáles son nuestras obligaciones y nos pusiéramos a trabajar en esas obligaciones… Me molestan mucho las manifestaciones que dicen: 'Queremos empleo ya' ¿Eso qué quiere decir, que alguien tiene que poner dinero para montar un negocio y darles trabajo? Pues no. Es la hora de los sensatos, y o los sensatos se enteran de que hay más obligaciones que derechos… O no son sensatos.

-Es la hora del sentido común
-Sí. Y de la revolución civil, que es eso mismo. Es la hora de que maduremos, de que asumamos que ya somos mayores. Por ejemplo, si hubieras cogido esa tarjeta de crédito que mencionabas, la tendrías que haber cogido responsablemente. Y gastar con ella, pero responsablemente. ¿Que hay que consumir? Pues sí, pero lo que se tenga que consumir, y responsablemente.

-¿Es consciente de que este no es un libro amable, de que no parece ese señor simpático de la tele, sino otro que llama a las cosas por su nombre?
-El otro día, tras dos entrevistas, mi hijo Gonzalo me dijo que parecía pesimista... Susanna Griso me preguntó qué veía en mi bola de cristal para este 2010, y cuando se lo dije me pidió que cambiara de marca de bola. Pero no es sólo eso. No hay que cambiar sólo de bola, sino también de pregunta. No hay que preguntarse qué me depara el 2010, sino qué le deparo yo al año 2010. Ya hemos dicho que está todo muy mal ¿Seguimos diciéndolo un par de años más o intentamos hacer algo?

-Pero habrá que pedir responsabilidades a los empresarios… y a los directivos.
-Hay que diferenciar entre empresarios y directivos. La familia Botín, por ejemplo. Hubo un día ique se jugaron su dinero y decidieron montar un banco. Y les ha ido muy bien, pero les podría haber ido muy mal. El directivo, en cambio, no se juega su dinero. Y fundamentalmente son los directivos los que nos han metido en este lío. Pero cuidado, porque ellos me meten, pero es que yo entro. ¿Somos culpables todos? Desde luego que no, porque a mí me han animado, y lógicamente me he dejado animar. Pero también me han engañado. En La hora de los sensatos cuento el caso de un amigo mío que pidió a un banco que le aconsejase una opción conservadora para invertir su patrimonio. Invirtió en un banco islandés. Y al cabo del tiempo le dijeron que ya no quedaba nada de lo que había invertido. En ese caso, me parece, este señor tiene algún derecho. Porque es como si compro una chaqueta, al día siguiente se me rompe y el que me lo vendió se excusa diciéndome que el paño era malo.

-Lamenta en La hora de los sensatos la cantidad de cargos superfluos y gastos superfluos que, como sociedad, hemos admitido.
-Sí. Ahora, por ejemplo, encaramos algo que he leído que nos costará 90 millones de euros, que es la famosa Presidencia Europea. En primer lugar, me gustará ver la factura final. En segundo, aunque sean 90 millones de euros, no los tenemos. Y en tercero: tener al presidente del Gobierno y a los ministros distraídos durante seis meses arreglando Europa… ¿Por qué no nos dedicamos a arreglar España primero? ¿No nos pueden pasar turno, en esto de la presidencia, y que le toque a otro? Todo ese gasto superfluo me sorprende. Y si nos metemos en la organización de las Autonomías y demás, el despilfarro puede ser inconmensurable, porque ya no se sabe cuántos cargos habrá. A Juan XXIII le preguntaron cuánta gente trabajaba en el Vaticano y contestó: "La mitad". Pues por ahí debemos andar aquí…

-Y como solución propone que usemos el Safety Car…
-…Porque ante esta situación el problema no es que se vaya o no Zapatero. Porque si se va Zapatero, ¿quién viene? Porque aún es peor lo mal que lo está haciendo la oposición. Y se me ocurrió, lo mismo que en una carrera de Fórmula Uno cuando hay problema sale el Safety Car y dice "vayan ustedes despacito –aunque el otro día me dijeron que va a 200 por hora, pero es menos que ir a 300-, porque ni quiero ganar la carrera ni dar más vueltas de las necesarias. Y en cuanto esté esto arreglado, me aparto", que deberíamos hacer lo mismo. ¿Las condiciones? Cuanta menos gente vaya en ese coche, mejor. Basta con cuatro: el que se encargue del dinero, el que se encargue de la paz, honradez y tranquilidad, el encargado de las relaciones con la gente y el encargado de la buena educación. Y eso se le añade el presupuesto cero: Cuando haces el presupuesto de una casa, por ejemplo, cuentas cuánto te gastaste el año anterior y calculas lo que gastarás el siguiente. ¿Qué me gasté 100? Pues, este año, 110. Pero en esta situación tenemos que partir de cero, y ver de verdad qué necesitamos. Y así poder ver cuánto dinero hace falta realmente para gobernar España. Porque lo demás nos lo hemos inventado.

-La cuestión es que hay que dar un golpe encima de la mesa. Muy bien. ¿Pero quién lo hace?
-Es que puede ser que el golpe encima de la mesa sea algo tan simple como que los dos partidos, PSOE y PP, se pongan de acuerdo. Que tuviesen algo así como un ataque de lucidez y se pusiesen de acuerdo. Porque si no volvemos a las andadas. Alguien tiene que decirles que haciendo el idiota no se puede ir por el mundo. El Safety Car es eso: que durante una temporada haya una dirección coordinada. Porque se trata de dirigir a España, no de gobernarla. No sabemos en qué dirección va: ni nosotros, ni el Gobierno, ni la oposición. Un día me encontré con un alto cargo español, le pregunté que qué tal estaba y me contestó: "Esperando que se arregle la situación". No le di mayor importancia hasta que reparé en que realmente esa es la política del Gobierno: esperar a que se arregle la situación. Hasta ahora, que es cuando nos lanzamos nosotros a arreglar la situación a través de la Presidencia Europea. Y eso es lo que me da terror. No como español, sino como europeo.

-En suma, que no es tanto acabar con la crisis como erradicar sus causas
-Paul Kruggman, que ahora lo utilizan para todo, dijo hace poco que parece que una vez se ha arreglado el sistema financiero –cosa que habría que ver- nos hemos olvidado del paro. Claro: que en España estemos entusiasmados sabiendo que tenemos cuatro millones de parados… Eso quiere decir que estamos lejos del final. Lo siento, pero estamos lejos. Y esto, o lo arreglan las empresas, o no lo arregla nadie.

-"Un experto es aquel que ha cometido todos los errores posibles en una materia muy concreta", decía el físico danés Niels Bohr. No es consuelo, pero debemos estar muy cerca de ser expertos en la crisis…
-A mí me parece muy bien que se intente salir de la crisis. Pero que se haga dando palos en todas direcciones no sé si es un intento o un 'salgamos a ver si cae algo'. Porque si te preguntas en qué dirección va España, no lo sabes. Y Zapatero tampoco. Y la oposición tampoco. Y por eso sostengo que si alguien dijera: "Vamos a procurar que las empresas vayan bien y que haya paz, buena educación honradez y tranquilidad -con mucho hincapié en la honradez-", pues ya sería algo. Luego vendrá lo demás, pero esencialmente es eso. Tienen que fijarse una serie de prioridades, que de momento no se han fijado, y tienen que ser pocas. Hoy se mide mucho a los políticos por sus ideologías. Pero a todos, derecha o izquierda, hay que exigirles que nos digan en qué dirección quieren llevar al país. Ninguno lo ha hecho.

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