octubre 14, 2009

POR EL IDIOMA A LA RESISTENCIA Y RECONQUISTA




Los “pueblos originarios” para los primeros españoles fueron nativos (nacidos en el lugar), indios (habitantes de las Indias) o aborígenes (originario del suelo en el que vive) Eran los tiempos que había humanos que pensaban y se expresaban en su idioma, ahora, las palabras a más de significado tienen color, olor y sonido porque a los profetas de la igualdad les repugna distinguir, lo suyo es mezclar y confundir. La antítesis de igualar.

Hay palabras buenas y malas, simpáticas y desagradables, seductoras e injuriosas, melódicas o ruidosas; vaciadas de contenido solo queda la sensación y esta se impone a la idea que expresaban.
Cosa de animales que no piensan, solo sienten.

Hoy se los llama pueblos originarios, siendo que curiosamente no son aborígenes. Suponían los europeos que eran los que siempre habían estado en el lugar. De allí que aborígenes hubo en Sicilia cuando llegaron los griegos, sin que se sintieran menoscabados o discriminados por ello. No recibieron ese nombre en Francia e Inglaterra porque se sabía que eran galos y britanos tribus de la gran nación celta extendida desde el Mar Negro a los confines de la tierra conocida, Hibernia y la última Thule al norte y los finisterre gallego y bretón a occidente. Los iberos se llamaron hispanos porque era tierra de conejos. Bárbaros llamaron genéricamente a otros, una onomatopeya de su incomprensible lenguaje. En rigor aborígenes con apellido.

El progresismo indigenista, sabe que es así. No nacieron del primer repollo del mundo, lo de originarios es porque la denominación va ligada al reclamo de propiedad de las tierras y otros misteriosos derechos que administraran ellos, la indiada es muy ignorante; ocultando que antes era de otros, de los que nuestros originarios genocidas, no dejaron ni memoria.

Esto es todo muy sabido se podrá alegar y es cierto; pero ocurre que parece que a fuerza de repetir como gansos consignas, unos las terminan creyendo y otros que recién aprenden a pensar las dan por ciertas. Presidentes, ministros, legisladores, educadores, políticos y comunicadores, habrá que pensar que son imbéciles que no saben lo que dicen estando inhabilitados para los cargos que ejercen.
De dónde se deduce que todas sus decisiones son insanablemente nulas y no obligan.

Resistencia y legítima defensa que tanto asusta a la sociedad rosa, no es solo salir a filetear progresistas, poner bombas, incendiarles autos, casas y negocios; si alguna vez se debiera llegar a esos extremos será cuestión de plantearse ¿en que fallamos?

Está probado que cuando se hace necesario cruzar esa línea es porque no se supo encontrar la solución al problema, se lo posterga, para que vuelva al tiempo multiplicado. Solucionar es una cosa, eliminar es otra. Borrar el problema y dar vuelta la página no lo resuelve, lo oculta sus causas permanecen. Causas no son consecuencias.

La subversión militar, política, cultural o ideológica necesita una voluntad humana para llevarla adelante y un terreno abonado previamente para que prenda. Las armas y el idioma son las herramientas adecuadas a cada etapa. De una cosa se encarga el zurdaje de la otra la honorable derecha y los cultos pensadores que le dan letra.

La resistencia comienza eliminando la base pervertida en que se asienta la agresión, en lugar de participar y difundirla. Es trabajo lento, no del tipo aspirina que nos gusta, una tableta y al rato éxito.
Precisamente porque es lento debe comenzarse ya mismo.
La resistencia es la necesaria base territorial para iniciar la reconquista.

Bastó confundir las lenguas para terminar el más grande proyecto de la humanidad y desparramar al hombre por el mundo, reducido al más precario primitivismo, siglos o milenios tardaron en volver apilar piedras en Egipto para construir una pirámide.
Quizás de para pensarlo pero es más para hacerlo.

En tanto a lo mío que es machacar, por aquello que la gota de agua horada la roca.
Resistencia y reconquista que es legítima defensa primero, refundar e instituciones es lo último. No se debe poner el carro delante del caballo si se quiere llegar alguna parte.
Lo primero es el principio, no es posible un país, una nación, una república sin un idioma común, ni hablar del resto de las entelequias: democracia, constitución e instituciones
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