mayo 13, 2008

EL MITOLOGICO FEDERALISMO

REFLEXIONES SOBRE EL PAIS FEDERAL

Federal.
(Del lat. foedus, -ĕris, pacto, alianza).
1. adj. federalista. Apl. a pers., u. t. c. s.
estado federal
1. m. El compuesto por estados particulares, cuyos poderes regionales gozan de autonomía e incluso de soberanía para su vida interior. Real Academia Española de la Lengua


Por simple definición una falsedad de origen, producto de importar artificios extraños. Las “Provincias” unidas del Río de la Plata, fueron el cimiento de una fantasía. No analizo si alguna provincia entra en la definición para no irritar, cada uno sabe donde le aprieta el zapato.
Como en muchas otras cuestiones, resucitar términos que conservan vestiduras del pasado, que arroparon fantasmas es perderse entre sofismas y entelequias.

En nuestra tierra el federalismo, como organización del estado nunca pasó de una declamación vacía o el color de una facción rojo punzó opuesta al celeste unitario. Separadas por distintas visiones del mundo que nada tienen que ver con la organización política del estado.

Nacionalizado el término, de origen latino, los argentinos hemos sido y somos mentalmente unitarios y sentimentalmente federales más allá de las declaraciones públicas, sin solución de continuidad desde los orígenes hasta nuestros días.
La casa, la patria chica es intocable y para que lo sea, si es necesario se elimina al vecino que nos respira el aire; sería tal como lo veo la estructura de nuestro razonamiento. Tener o no poder para hacerlo es la diferencia.

Se es federal, cuando se está abajo o lejos del centro de poder y se vira al celeste unitario cuando se comienza a trepar y otros quedan abajo.

Unos tienen su hábitat en el interior, en la campaña o en casas y familias con tradiciones muy consolidadas, un mundo de ordenada evolución, que no busca novedades porque tiene todas las respuestas; su degradación viene por el lado de la indolencia, la fosilización y la consecuente involución y atraso. No es una cuestión económica sino cultural, que no requiere saber leer y escribir ni disponer de jugosas cuentas bancarias.

Los otros viven en las vidrieras de los puertos y los grandes centros urbanos, de cara a las novedades del mundo y de espaldas al propio país. Carentes de raíces, contenidos y tradiciones propias, las buscan en la novedad y en la moda, envidiando encandilados las luces de ultramar y un supuesto progreso, que no conocen ni saben cual es su precio.

Civilización y barbarie, le llamó Sarmiento, para humillar a los que no entendía y le eran ajenos, sin caer en la cuenta que el ajeno y encandilado era el. Rosas les soltó sus bufones y mazorqueros para burlarse de cajetillas afrancesados y cobrarles la cuenta a los asesinos y traidores de guante blanco.

Afectivamente federal desde que tengo uso de razón, recién comprendí por propia experiencia la diferencia, al radicarme en el interior y comprobar el brutal centralismo de la metrópoli porteña, y la soberbia de cualquier piojo con ínfulas de conocedor, culto e ilustrado por ser porteño.

Conforme al comprobar que estaba en lo cierto, bastaron un par de años para descubrir que ser unitario o federal es una cuestión política y económica coyuntural, el ejercicio del poder siempre es del más salvaje unitarismo, se este en plena “city” porteña o en un perdido municipio de 4º del interior. Propio de la hipocresía cainita que culturalmente caracteriza a toda la cría política grecorromana.

El centralismo de la metrópoli porteña es solo un pálido reflejo del que ejercen las capitales provinciales sobre su interior. En la práctica solo atenuado porque todos se conocen y el prontuario de cada uno, familia incluida es público y notorio.

Que nuestro sistema sea perverso no habilita a cambiarlo por otro peor. Con una justa coparticipación de impuestos, hoy en día, brotaría un Kirchner en cada provincia o acaso no practicó en una por dos períodos lo que haría en la Nación, barata reedición de un montonero riojano, devenido en el puerto en fanático liberal; un cordobés aporteñado, ni chicha ni limonada; un bonaerense suburbano, matón orillero y un puntano feudal.
¿Se olvidaron los años recientes en que cada cacique emitía moneda y empeñaba hasta los yuyales? Una justa ley se convierte en arbitrariedad en manos de bandidos. Elegidos y controlados por los mismos que votaron a esta runfla de depredadores.

Si la administración y el ejercicio del poder central son corruptos y absolutistas las provinciales sin excepción la superan.

Me resisto a creer que sea solo por ingenuidad, que muchos se encolumnan detrás de un movimiento federal, como la panacea política. Quien vive en el interior no puede ignorar la realidad de cada día ni desconocer los vicios que se practican en la propia casa.
Desde el siglo pasado, federalismo, término vaciado de contenido como tantos, ha sido rellenado con varias capas de nacionalismos socialistas, populismos demagógicos o prepotencia tropera, todos con el acompañamiento de empanadas, tamales, humita, guitarras, bombos y quenas.

La cacareada defensa de la soberanía tan simpática a los federales nacionalistas, se limita a estatizar todo, para que no sirva más y pasemos realmente a depender de inversores extranjeros.

Seguimos en el país del parece y nada es, por eso haga quien haga todo sale mal.

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