diciembre 13, 2007

Crónica de una sucesión

Solo he visto pantallazos al día siguiente, por una prudente razón de higiene mental. Dos fueron los impactos recibidos, uno de cada una de las primeras figuras.
El que se fue, reiterando sus poses de artista barato, pretendiendo desacralizar un acto institucional con mohines y supuestas gracias, verdadero acto fallido de quien entrega el bastón de mando, pero no lo suelta, lo vendió el subconsciente: “ ma qué sucesión este acto es para la gilada”.
En algún momento me asaltó una duda ¿están invertidos los roles varón/mujer en esta pareja?
La que llega, contra todos sus antecedentes, en lo gestual y en la actitud: medida y ubicada. La palabra, fiel expresión de si misma, desubicada, pura cáscara vacía de contenido.
Le falta desprenderse del complejo de ser una mujer poca cosa, que la lleva a buscar referentes y modelos in mostrables: Eva Perón, Madres y Abuelas, puños crispados y pretensiones intelectuales. Inventar antecedentes de “cuadro militante” con vida propia, cuando solo llegó siempre a dedo.
Se decide a ser y dejar de parecer o será siempre una sierva dependiente de quien le de aire o una ordinaria mantenida descartable; limitándose a furiosas reacciones histéricas adolescentes para afirmar una personalidad que no tiene y hacerse notar o hará realidad su fantasía de profundizar la fosa que la va enterrar.
Embretada en su propia consigna “el cambio es la continuidad” se esfuerza en justificar al impresentable; de una gestión de gobierno hablan los resultados, no los parientes amigos y beneficiarios. Su testimonio no es válido, la comprenden las generalidades de la ley. ¿Sabe que es eso Dra. abogada?

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