julio 31, 2006

Colapso y demencia

Es reiterativo lo se, pero ya no se trata de una opinión personal, se trata de la realidad que golpea cada día y que hasta los ciegos y sordos perciben.
Cualquier episodio moderadamente fuera de lo habitual sin necesidad de ser extraordinario o hasta el simple hecho de seguir existiendo, pone en evidencia la necesidad de apelar a recursos extraordinarios ante el fallo de todos los sistemas.
La sociedad, la economía, la infraestructura y los servicios están prendidos con alfileres y atados con alambre colapsan por un suspiro que se puede llamar granizo, viento del oeste o sudestada, sequía, lluvias apagones, gas, combustibles, transporte, todo. Hasta la langosta ha vuelto después de muchos años de desaparecida.
Esto es consecuencia de años de imprevisión y abandono por un lado y de ausencia absoluta de gobierno y de estado por otro. Para ser preciso desde 1942 a la fecha, todos los gobiernos sin excepción se han dedicado exclusivamente a consolidarse en el poder, preparar la sucesión o asegurar su reelección, de gobernar ni hablar, como mucho cuando las papas quemaban o hacían agua, bajar el fuego o tapar algunos agujeros, siempre apelando a desvestir un santo para vestir otro, la fácil y rápida.
Ya se ha dedicado más tiempo a destruir lo que había del que se tardo en construirlo.
Se acumula poder y nadie lo ve, se usa únicamente para sostenerse y acumular más y como se ha escrito en varios artículos no hay ideología, si la hubiese habría al menos un plan, un proyecto, malo o bueno pero una línea de conducción. Y no lo hay porque de haberlo, el fracaso está dentro de lo posible y eso es intolerable, los avaros nunca pierden, no ven más allá de su larga nariz , solo existe lo que se ve y se toca.
El país entero esta cruzado por un furioso brote esquizofrénico presidido por insanos, todos fuera de la realidad; los que mandan y los que obedecen, los que aplauden y los que critican. De la vieja España vino aquello que “los que duermen en el mismo colchón son de igual opinión” y creo que el que vive con un demente lo acaba siendo.
La reacción de las gentes ante cualquier episodio revela sin lugar a dudas el grado de deterioro mental de los argentinos, hasta parece que cualquier cosa se justifica por una ilusoria, irreal y mentirosa bonanza económica. Lo grave es que todos los saben o al menos lo presienten, lo gravísimo es que estas conductas son compartidas por todos los sectores sociales, desde los presumiblemente más capacitados y por ello más responsables hasta los más carenciados.
Se reemplaza la realidad por una fantasía ilusoria y no se hace por ignorancia sino por la cobardía de perder el castillo de naipes en que viven o la comodidad de no tener que definirse. De allí que se ha hecho hábito hablar con eufemismos y confundir causas con consecuencias.
Un accidental episodio de granizo, disparó tres reacciones: la culpa es del Intendente de Buenos Aires o del Servicio Meteorológico que no dio el alerta, como si cualquiera de ellos pudiera haber atajado las pedradas; y como definitiva demostración de la esquizofrenia general, el coro de los que reclamaban subsidios para reparar autos, vidrios rotos o techos dañados.
Es cierto que la estupidez no tiene límites y también es cierto que no tiene tratamiento.
Se que esto no resuelve nada, escribirlo me afirma en lo que creo y me sirve de descarga a la vez que conozco la gratificación que significa poder leer que otro piense lo mismo. Por eso a quienes lo comparten, fuerza, no hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte.
Cuando se plantea esta posición u opinión nunca falta un “hacedor voluntarioso” que sostiene: “no hay que limitarse a criticar, hay que involucrarse y participar”, la más estúpida de las frases hechas que he escuchado. Como poner manzanas sanas en el cajón de las podridas.
Gracias a Dios que los mejores argentinos que son muchísimos más de lo que imaginamos, en todos los sectores y niveles sociales no lo hacen, y por no hacerlo no han perdido la fe y la ilusión ni se han contaminado con esta podredumbre que nos ahoga.
Sé, y allí radica mi esperanza, que cuando sea el tiempo aparecerán de a cientos y miles.A la más negra de las noches siempre sigue el día, y será bueno que los primeros rayos de luz nos encuentren de pie y bien despabilados, habrá mucho trabajo para hacer y muchos escombros para tirar.

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