mayo 06, 2005

Supermercado

Hoy tuve que hacer compras en el súper o hipermercado. Me levanté como siempre con la mejor disposición y como corresponde con el pié derecho, total para cabrearme tengo todo el día. Fui no solo a comprar, sino con ánimo de observar.
La mayor parte de lo que vi y experimenté ya lo tenía vivido, lo único nuevo fue comprobar que el supermercado es como la síntesis o exposición de nuestras inconductas, cosas menores, pero que hacen a nuestra calidad de vida y a una sana y agradable convivencia.
El comercio abre sus puertas a las 7.30 de la mañana, desde esa hora hasta que salí, una hora después, los pasillos estaban bloqueados por personal reponiendo mercadería, limpiando góndolas y heladeras. ¿es tan complicado hacer esas tareas antes de abrir?. El mercado al que fui que es representativo de todos los hipermercados en general, tiene 25 cajas en las que hasta las 10 hs. nunca hay más de dos cajeras y lógicamente una cola de 10-20 personas, en las cada uno examina atentamente, qué y cuanto compró los que están delante, esto es una constante, parece ser parte del deporte o del paseo, es más he escuchado rotundos comentarios del tipo “y esa de donde saca plata a esta altura del mes”, pasemos ahora al interior.
La circulación es un compendio de todas las infracciones de tránsito posibles, ni en las calles se ven la cantidad de colisiones que hay en las esquinas de las góndolas, es comprensible, no hay semáforos ni luces de giro y, porque no lo voy a decir, la mayoría de las que conducen son mujeres que en vez de mirar hacia delante van mirando las mercaderías y tan apuradas como si hubiesen dejado la leche en el fuego. El estacionamiento en doble fila es la norma, detenerse en medio de un pasillo para conversar con otro que viene de frente también ya que el supermercado es algo más que un lugar de compras, es un paseo social. Ver como se viste cada uno, sorprender si es posible temprano a una vecina sin maquillarse y con todas las arrugas a la vista, constituyen hoy con mejor presentación y aspecto lo que eran las “ferias francas” de antes. Pasar chismes y cosecharlos cumple una función social, necesaria o no, es importante saber qué come y cuanto gasta el vecino, porque de este dato se pueden sacar infinitas conclusiones y un sinnúmero de maledicencias.
Hay pequeñas manifestaciones de buena educación o buenas maneras que compruebo que han desaparecido: el “por favor”, “permiso”, “gracias” ya no existen, es más cuando lo hago por hábito me ha sorprendido la cara de sorpresa del destinatario, algo así como cara de ¿qué me va pedir este?. Una presión del carrito que está atrás o un directo empujón reemplaza al viejo permiso.
Los hombres no son mejores, si ve que se encuentran con un amigo, haga de cuenta que tiene una manifestación delante y busque otra ruta, frente a los vinos pueden pasar horas.
Otro gran enemigo de los pacíficos y simples compradores son las señoras con chicos pequeños, insufribles los mal educaditos, quieren todo, tocan todo, corren, gritan, se empacan cuando no les dan el gusto. Esto me trae un recuerdo que engancha con el artículo de ayer. Un día fui al supermercado con mis hijos menores, el más chico
desde que entramos se dedicó a cargar todo lo que veía en el carrito, supongo que era su forma de colaborar, cada vez que cargaba yo lo sacaba y le repetí hasta el cansancio, “no eso no”, - te voy a avisar cuando necesite algo.- Cuando ya estábamos saliendo, miro el carrito y veo un paquete de queso fresco que no había comprado ¿y esto?, “Yo puse” me contestó, le doy el paquete y le digo; “esto no, anda a llevarlo adonde lo sacaste”, los lácteos estaban en la otra punta del hipermercado, y muy suelto de cuerpo, el muy animal, tomó el queso, lo sopesó, midió la distancia que lo separaba y bruscamente revoleó el brazo y el queso atravesó volando todo el salón hasta impactar con natural violencia contra la góndola; no lo podía creer, me dijo: “ya está”, no lo pude retar porque no podía aguantar la risa, fue una acción violenta ajena a su forma de ser, producto de haber acumulado observaciones cuando quería ayudar, descargó su frustración en el pobre queso.
Continuando con la travesía de la compra, son de especial interés los que se estacionan frente a sectores en particular: verduras, lácteos, carnes, y fiambres; tocan, miran y sopesan todo lo que hay que ya está pesado con su precio por Kg y el valor del atado, paquete o bandeja y lo insólito que después de un buen rato siguen viaje sin llevar nada. Los fiambres son casi un capítulo aparte, he tenido ocasión de conversar muchas veces con el propietario de una rotisería y fiambrería que estaba frente a casa, me contaba que los compradores de fiambres son casi exclusivamente hombres y que en las últimas horas cuando estos regresaban a sus casas era el momento más productivo del día. El sector “fiambres”, que al contrario de lo que pudiera parecer de su designación no constituye un depósito de cadáveres, siempre tiene una concurrencia predominantemente masculina. En esto de diferencias, hay horarios que uno debe estudiar si quiere comprar tranquilo. Está el horario de las empleadas o personal de servicio, que son rápidas y compran lo que van a buscar y se van. El horario de las doñas amas de casa que no se lo recomiendo sino quiere tener canas verdes y el predominantemente masculino que tiene una ventaja adicional al llegar a las cajas.
Este "fenómeno" de las cajas que se puede aplicar a las ventanillas en general, si que es verdaderamente un capítulo aparte, hace mucho tiempo que lo observo cuando se trata de colas de varias personas. Cansado de equivocarme en la elección de la cola en bancos, oficinas etc. siempre que me cambiaba de cola esperando llegar más rápido, me tocaba delante alguien que traía un fajo de cheques o trámites para hacer, desde entonces evito en estos sitios a los que tienen un portafolio. Tampoco me sirvió ésta vez, me coloqué detrás de jóvenes e inocentes señoritas que en una pequeña libreta tenían más papeles que pelos en la cabeza, por lo que me dediqué a estudiar las colas, en el buen sentido claro está.
Las colas de los supermercados presentan una característica especial que comparto con ustedes porque, no solo la van a comprobar sino les va a ahorrar mucho tiempo y estar expuesto a las críticas miradas de vecinos y conocidos.
Mi consejo: en cada cola mire la cantidad de mercadería que lleva cada uno y cuente únicamente la cantidad de mujeres que tiene delante; 1 mujer vale en tiempo de demora por 2-3 hombres. No es una afirmación gratuita, se la demuestro y tiene su fundamentación científica.
Cuando una señora vacía el carrito en la caja, lo hace “como le sale”. Si tiene más de un envase de cada producto, jamás los saca y pone en la cinta juntos, si lleva tres paquetes de harina uno va al principio, otro en el medio y otro al final, ¿qué importa esto se preguntará usted, oh joven carente de experiencia en colas de supermercado? Que la cajera debe pasar uno por uno por el lector del código de barras, en cambio si están juntos pasa uno y multiplica por la cantidad de unidades, reduciendo bastante el tiempo. Esta demora se repite al momento de colocar en bolsas los productos. No tengo nada contra las mujeres, todo lo contrario, sería bueno que entendieran que somos absolutamente distintos y es muy bueno que así sea, de esta forma de dos partes, juntos podemos hacer un todo.
La cajera finalmente me entrega el ticket, pago, me dice “muchas gracias”, le contesto “de nada” y se me queda mirando sin poder creerlo. ¡Que fácil y barato es hacer que nos sintamos entre personas y no entre fieras!.

6 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Muy bueno, me hizo reir mucho

Anónimo dijo...

Me encanto, me hizo reir mucho! Especialmente la parte de tu hijito menor!! Cuando me lo contó él, yo dije exactamente lo mismo: "Que animal".
Un besote enorme, me encantan tus artículos.

Anónimo dijo...

menudo crío. Muy cierto lo de los mercados, y lo de las mujeres!!!

Anónimo dijo...

Seguramente la reposición de mercadería implique "hora extra", algo inviable en un país indigente.Igual para las cajeras.A faltado el capítulo de los hombres temerosos de la ira de su mujer, quienes teléfono en mano suplican asesoramiento mientras realizan insólitas maniobras.
En cuanto al órden de los artículos es propio de una conducta fóbica.
Además de reirme con su artículo le ruego no lleve nunca más a su pequeño hijo, quién parece estar destinado a ser barra brava.

Anónimo dijo...

Este me gustó mucho